Escucho a Francisco Mora decir que los seres humanos sólo compartimos la realidad en lo relativo al conocimiento, no en lo relativo a las emociones y los sentimientos. Es decir, que una manzana es un concepto que todos entendemos por igual, pero no así el amor o la tristeza. Aclara este prestigioso neurocientífico que esto es debido a que la idea ‘manzana’ es un acuerdo al que ha llegado la sociedad para crear conocimiento, como una especie de ‘verdad consensuada’ que permite desarrollar diferentes conceptos o ideas de manzana sin cuestionar la idea madre. Si cada vez que decimos ‘manzana’ tuviéramos que explicar qué es, el ser humano aún estaría viviendo en las cavernas.
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Sin embargo, explica el Sr. Mora, con las emociones no podemos realizar este ‘atajo lingüístico’, dado que éstas tienen que ver con la experiencia individual generada a partir de las billones de sinapsis que establecen nuestras neuronas a lo largo de nuestra vida. La idea ‘tristeza’ no se puede generalizar. Delante de un hecho o una sensación etiquetada como triste, una persona sentirá una cosa y otra persona sentirá una cosa diferente. Lo mismo ocurre con el amor o la compasión o el odio. El lenguaje, en este caso y a mi modo de ver, se convierte en una trampa, en un mal necesario que, por un lado nos facilita la comunicación y, por otro, nos limita.
Las experiencias, las emociones son únicas y exclusivas de cada uno. Si las etiquetamos es por una cuestión práctica, pero no debemos olvidarnos de su naturaleza. Creo que si entendemos y aceptamos el carácter individual de nuestras emociones podremos dejar de compararnos con los demás y aceptar mejor nuestro aquí y nuestro ahora.
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