A medida que avanzo en la práctica de la Conversación Genuina, a medida que profundizo en las respuestas a la pregunta “¿Quién soy?”, más me convenzo de que la autenticidad y la esencia de una persona no se pueden verbalizar o conceptualizar. Es probable que al plantear esta pregunta existencial nos quedemos sin palabras. Y es muy probable también que a lo largo de nuestra vida demos respuestas diferentes en función del ámbito, el ciclo vital o el entorno humano en el que la planteemos. ¿Significa que somos menos genuinos por el hecho de cambiar nuestra respuesta? ¿Dónde está nuestra genuinidad?
Llevo algunos días dándole vueltas a estas cuestiones y cuanto más converso, cuantos más procesos de toma de conciencia escucho, más me resuena la idea de la experiencia. Si tuviera que definir qué es la genuinidad, diría que es toda aquella experiencia que vibra en la boca de nuestro estómago. Así de sencillo. Y así de complejo. No sé explicarlo de otra manera. Es la conclusión a la que llego después de recopilar decenas de respuestas de personas que se han acercado a su lado más auténtico y describen esa vibración cuando piensan, dicen o hacen alguna cosa que sale de su Ser Genuino. Desde este planteamiento, la búsqueda de la autenticidad pasaría por la selección y la facilitación de aquellos momentos, actividades o personas que gatillen en algún momento ese sentimiento en nuestras entrañas.
Así de fácil. Y así de complejo.
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