El pasado viernes conocí a un hombre que había estudiado la esquizofrenia en profundidad a raíz del suicidio de un hermano suyo que padecía la enfermedad. Me decía este sabio que un tercio de los esquizofrénicos se curan, otro tercio conviven con la enfermedad con unas dosis baja de medicación y el resto seguían teniendo recaídas a lo largo de su vida. Lo más interesante de esa conversación fue la reflexión que me hizo sobre los medicamentos en el tratamiento de las enfermedades mentales. El argumento de este señor es que las pastillas no curan sino que atenúan los efectos provocados por el trastorno, al igual que ocurre con los mal llamados antigripales. ‘Para curar una disfunción mental –afirmaba este buen hombre- lo que hay que hacer es llevar al consciente lo que está en el inconsciente o en el pre-consciente y la única manera conocida de que esto ocurra es a través del amor’.
Imagen: CC0 Dominio público
Coincido completamente con esta manera de tratar, no sólo las enfermedades mentales, sino cualquier tipo de inquietud, enigma o dificultad personal. Una cosa es el problema declarado que tenemos en el área consciente y otra bien distinta es la raíz de ese problema que generalmente se encuentra en el inconsciente. Si queremos obtener resultados perecederos en el tiempo debemos acceder al lugar donde se originó ese problema y para ello es necesario elevar a la conciencia lo que ha permanecido ‘escondido’ durante años.
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