Podemos reflexionar sobre el sentido de nuestra vida. Podemos hacer teorías y análisis acerca del fenómeno humano. Nos podemos identificar con la tesis de un autor o profesional que escribe y describe los procesos elementales de nuestra biología. Podemos encadenarnos o liberarnos cada vez que interpretamos una idea, un gesto o una palabra. Podemos quejarnos del pasado, pasar de puntillas por nuestro presente y angustiarnos por el futuro. Podemos escuchar opiniones de otros acerca de nosotros y elegir de qué forma queremos que nos afecten. Podemos pensar, decir y hacer millones de millones de cosas a lo largo de nuestra existencia.
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Pero lo único que permitirá tener una comprensión genuina sobre nosotros mismos, es decir, sobre nuestra identidad es la experiencia directa. El sentido de plenitud al mirar el mar, la pena de una pérdida, la alegría que nos produce un reconocimiento o el nirvana sexual solo tienen sentido en nuestra mismidad. Somos nosotros quienes dotamos de contenido a cada emoción a través de la vivencia de ese acontecimiento. Y es en ese experimentar donde le damos significado y contenido a nuestro Ser. Como dice Andrés Schuschny, “Sólo a través de la experiencia directa, se puede comprender en uno, lo que haya que comprender de Uno.”
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