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Foto del escritorFrancesc

PALABRAS MAYORES

El debate sobre el anacronismo del sistema educativo está abierto desde hace años. Muchos expertos coinciden en que el modelo de enseñanza actual se ha quedado obsoleto para captar el interés del niño a la hora de aprender. Además de aburridas, Ken Robinson también dice que las escuelas son grandes proveedoras de conocimiento, pero muy poco hábiles en desarrollar el auto conocimiento, es decir, en ofrecer herramientas a los niños y adolescentes para que indaguen cuáles son sus pasiones y dónde está su talento. Una de las razones que esgrime Robinson para justificar el inmovilismo del sistema es de tipo económico. Según él, y comparto la idea, las escuelas están diseñadas para formar ‘entidades productivas’ capaces de generar recursos económicos. Siendo esto así, no hay ninguna necesidad ni obligación para ayudar a los niños a descubrir su vocación vital no sea que se les ocurra a todos inclinarse por la danza o por la música y se corte el suministro de mano de obra a la cadena de producción.

Photo by Debby Hudson on Unsplash


Paul McCartney, Andreu Buenafuente o Pablo Motos son ejemplos de ‘fracasados escolares’ que han sabido convertir su pasión en su medio de vida. Me pregunto, cuántos millares de personas están ocupando su tiempo en una actividad que les proporciona el mismo placer que un cepillado de dientes matutino. La escuela puede ser un campo de entrenamiento fundamental para empezar a responder a la pregunta de marras: ¿Quién soy? ¿Qué quiero hacer con mi vida? ¿Cuál es mi pasión? El reto, a mi modo de ver, tiene que ver, como siempre, con cambiar la creencia de que sólo se puede aprender y generar riqueza a partir del conocimiento y que la única manera de evaluar ese conocimiento es a través de la puntuación conseguida en un examen. Las emociones, las experiencias, las artes, la creatividad, … en definitiva, todo aquello que no se puede medir, choca de frente con este paradigma y, por tanto, tiende a menospreciarse. De la misma manera, hay que preguntarse qué pasa con las personas que pueden cambiar el modelo (básicamente políticos y catedráticos) y no lo hacen. ¿Serán víctimas del propio sistema?


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