VERDE QUE TE QUIERO VER
- Francesc
- 10 jul 2013
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 13 jul 2023
Cuando escuchamos una historia sobrecogedora nos identificamos de alguna manera con la persona que nos la cuenta. La curación de una enfermedad, el duelo tras la pérdida de un ser querido, la emigración a otro país o la superación de una adicción son procesos emocionales que nos tocan profundamente y nos hacen pensar: “Sé de lo que habla”. Incluso podemos a llegar a sentir lo que siente o ha sentido esa persona. Es el mismo fenómeno que, desde mi ignorante punto de vista, ocurre cuando miramos una pintura, escuchamos un aria o asistimos a una obra de teatro. El artista actúa desde su alma. Está desnudo mostrándonos su vulnerabilidad. Y cuanto más transparente es su sentimiento, cuanto más cerca está de su esencia, mayor es el impacto emocional que nos causa. Por eso creo que la cultura es tan importante. Porque nos sirve de espejo. Porque nos hace llegar de forma sutil y contundente a lugares de nuestro interior que yacen yermos e inhóspitos. Las vidas que narran los escritores o las fantasías que moldean los escultores son el mejor abono para reverdecer esos terrenos abandonados por culpa de la culpa o el trauma.

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