Dos hombres van paseando por un bosque para pasar una jornada recolectando setas. Uno es aficionado a la biología, en especial al estudio de los reptiles. El otro es un périto de seguros, gran amante de las hongos. A media mañana, mientras cruzan una vereda, se topan con una culebra que se arrastra unos metros por delante de ellos. El biólogo la mira con curiosidad y cuando identifica la especie sigue su camino como si tal cosa. El périto, por el contrario, al ver tan cerca y tan de sorpresa un animal que le repugna, siente una punzada en el estómago y se detiene de inmediato.
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El hecho es el mismo en ambos casos, pero cada uno de los actores responde de manera diferente. El observador-biólogo siente un interés momentáneo que se disipa cuando ha descubierto que la serpiente es una culebra común. El observador-périto está aterrado y tiene que detener su andadura para gestionar el miedo que se le ha metido en el cuerpo. En el primer caso, la serpiente es ‘transparente’ para su observador. En el segundo, la culebra se convierte en una amenaza que obliga a su observador a tomar una serie de acciones para superarla.
Así somos. Observadores de una misma realidad con formas diferentes de verla, vivirla y sentirla.
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