Tanto las terapias tradicionales como el coaching u otras disciplinas de desarrollo personal hacen hincapié en que un buen vínculo entre el paciente o cliente y el terapeuta o coach amplia las posibilidades de éxito. Así mismo, explican los entendidos, que para lograr ese vínculo es necesario prestar toda la atención al paciente con el fin de leer su lenguaje no verbal y su estado de ánimo. ‘Cuando veas o escuches esto –proponen- di o haz esto otro o pregunta esto de más allá’. Todo esto transcurre, generalmente, con el terapeuta o coach sentado detrás de una mesa tratando desesperadamente de conseguir que se produzca ese momento mágico de conexión en que se liberan todas las tensiones y la terapia empieza a avanzar.
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Personalmente, estoy de acuerdo en la necesidad de crear un buen vínculo para mejorar la eficacia de los procesos de aprendizaje. Sin embargo, no tengo tan claro que para conseguir esa ‘química’ tengamos que concentrar las energías en el paciente o cliente. Mi experiencia me dice que las veces que he conseguido un buen vínculo ha sido aquellas que he estado muy pendiente de mi energía y de mi centrado emocional y corporal. Y ha sido desde ese estado donde la persona que conversaba conmigo ha podido relajarse y conectar con su propio centrado emocional y corporal, con su esencia y aferrarse a ella para empezar a moverse en dirección al bienestar.
Esta es, por tanto, mi propuesta: conectarme con la energía del AMOR para fluir con la otra persona a través de la palabra.
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