El acto de ver es una hecho objetivo, mientras que el acto de mirar es completamente subjetivo. Desde esta acepción, todos podemos ver lo mismo, pero nunca podremos mirar lo mismo. Una obra de arte, por ejemplo, es vista de una sola manera pero es mirada de tantas maneras diferentes como observadores la contemplan. La diferencia está en la interpretación emocional que cada uno hace de ella, en la impronta que deja el objeto visionado. Lo mismo ocurre con las personas, que las podemos ver o las podemos mirar. En el primer caso, tenemos un rol pasivo donde participa, principalmente, nuestra fisiología. En el segundo caso, al mirar una persona nos involucramos activamente en su procesado emocional y energético. Me atrae. Me repulsa. Me excita. Me enternece. Me inspira. Me irrita. Me repugna. Me intriga. Las reacciones, las consecuencias que se reproducen a partir de esa mirada son únicas e individuales.

Photo by Fethi Bouhaouchine on Unsplash
Mi opinión es que ese sello, esa ‘marca de la casa’ se emite desde nuestra conciencia, desde nuestra genuinidad. Cuanto más despierta esté nuestra conciencia, cuanto más expertos seamos en descifrar los mensajes que subyacen en nuestra mirada, mayor será nuestra capacidad para elegir sin poner en riesgo nuestra integridad acerca de las cosas que queremos en nuestra vida y de las personas con quien queremos compartirla.
Comentarios