En la calle
Hay personas que ven una silla de ruedas y no saben como reaccionar. ¿Ofrezco ayuda? ¿Sigo con lo mío? Algunas, para no ofender, te sugieren su colaboración haciendo uso del lenguaje corporal. No creo que haya un consejo universal que resuelva este dilema. En mi caso, prefiero solicitar un empujón cuando realmente lo necesito y, si no es el caso y veo que me insisten con la mirada, intento usar también mi expresión facial para dejarles saber que estoy bien. Otras veces me ven parado sin hacer nada específico más que cerrar los ojos y creen que me pasa algo (no hay mayor ventaja de ir en silla de ruedas que poder aparcarla en cualquier esquina para tomar el sol o descansar del esfuerzo). Algunas personas se preocupan de verdad y se acercan a preguntar. Otras pasan de largo, quizá con algún remordimiento. Eso sí, lo único que les pido en cualquiera de los casos es que no pongan cara de pena. Penita no, gracias.
¡Eo! ¿Hola? Oigan, señora y señor que se paran en medio de las rampas de los pasos de peatones, ¿saben que me están bloqueando el acceso? ¿No pueden decidir lo que sea que estén discutiendo en una esquina o en una zona menos transitada? Esto último también va por vosotros, compañeros del curro que habéis bajado a fumar un piti y os adueñáis de la acera cuando tenéis la opción de colocaros junto los árboles o las motos.
Y para ti, lector de mensajes o de redes sociales que vas por la acera y que, no solo no te dignas a estar alerta a lo que te viene de frente para modificar tu trayectoria, sino que te coges un cabreo del trece cuando te estampas contra mi silla; a ti, peatón kamikaze, cabronazo (...aza) sin corazón, te envío todo el desprecio que mi sentimiento de culpa me permite, mientras espero con fervor que llegue el día que te rompas el cráneo cuando pases por debajo de un andamio.
Ciclistas y patinadores varios, tranquilos que pronto también os daré vuestra ración de turra.
En la restaurante
No tiene precio volver a un sitio al cabo de mucho tiempo y, independientemente del camarero, comprobar que se acuerdan de tus necesidades: mesa alta, platos soperos, agua en copa, comida cortada, etc. Lo que no me ha gustado ni un pelo es ver que la alfombra de la entrada era del tipo felpudo que, para quien no lo sepa, es la peor de las pesadillas para los usuarios de silla de ruedas. Esos pequeños detalles.
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