En la conferencia
Llego al destino con el tiempo justo y con la tranquilidad que me da el haber comprobado previamente que esta vez no tendré problemas de accesibilidad. ¿Sí? ¿Seguro? La sala está en el primer piso y el señor de la recepción me señala el acceso a los ascensores. El edificio está en el tuétano de Barcelona y, aunque huele a naftalina, se nota que el propietario lo ha modernizado con, por ejemplo, control de acceso, nuevos puntos de luz, etc. Atravieso un pequeño corredor y, oh sorpresa, me doy de bruces con la puta realidad: la rampa para llegar al rellano donde están los ascensores es una chapuza.
La pendiente es excesiva, la superficie no tiene nada de agarre y, por si fueran pocos obstáculos, la trayectoria sigue una línea curva peraltada. ¡Bravo, ingeniero! En casi treinta años de tetraplegia no he visto algo tan mal diseñado. Y, de nuevo y muy a pesar mío, siento que me hierve la sangre. Me doy media vuelta hacia el vestíbulo para pedirle ayuda al portero. Y cuando llego (tarde) a la charla aún tardo varios minutos en sacarme la mala hostia del cuerpo y centrarme en el mensaje del ponente.
(Nota reivindicativa: Cuando veo un bodrio de este calibre en un inmueble con tanta solera (y tanta pasta), el cabreo se multiplica por diez. Casi prefiero encontrarme con sitios inaccesibles donde se demuestra que al responsable le suda tu condición. Prefiero eso a tropezarme día sí y día también con el resultado de mentes teóricamente capaces que ofrecen soluciones aberrantes. Solo se me ocurren dos razones para que alguien mínimamente instruido tenga la desfachatez de proponer esa caca: o se pasó la carrera en el bar destrozándose el cerebro a base de porros y birras o, y esto sí que me enfurece de verdad, buscó la manera más rápida y barata de cubrir el expediente. Puedo entender que la droguería del barrio tenga algo así. De hecho, es algo que valoro y agradezco porque muestra que el dueño, a pesar de la humildad de recursos, tiene un interés genuino en hacerme la vida más fácil. Lo que no soporto es comprobar como ciertas organizaciones que deberían ser un referente en todos los ámbitos caen en las redes de la dejadez, la frivolidad y la falta de empatía.)
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