Nada, llamaba para saber cómo estás.
Y para oír tu voz. Y tocar el cielo. Y perder el aliento. Llamaba para decirte nada y escucharte todo. Para saber que estás aquí, entre nosotros, regalándonos con tu bondad y tu belleza inaccesible. Llamaba para sentirme parte de ti y abrazarme a ese sentimiento con la misma fuerza con que el bebé agarra el dedo de su mami para decirle lo mucho que la necesita. Llamaba para sentir la primavera a través de tus silencios.
En fin, llamaba para no decirte que te amo.
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